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Señales tempranas del Alzheimer: cómo detectarlas a tiempo

Hay un momento —a veces sutil, otras veces más abrupto— en que algo nos hace detenernos y mirar con más atención. Una repetición constante de la misma pregunta, una confusión con la ruta habitual al mercado, o ese olvido que ya no parece tan inofensivo. "¿No te lo conté ya?"... y la duda se instala. No sabemos si es una mala racha, si son los nervios, o si hay algo más.


Detectar a tiempo los primeros signos del Alzheimer no es sencillo.

No es una enfermedad que golpea la puerta anunciando su llegada. Más bien se cuela, silenciosa, en los pliegues de lo cotidiano. Y lo hace de una forma tan humana, tan parecida al despiste común, que muchas veces lo dejamos pasar.


Pero hay diferencias.


Uno de los primeros signos que solemos ver es la dificultad para recordar información reciente. No hablamos de olvidar dónde dejaste las llaves —eso nos pasa a todos— sino de no recordar que ya comiste, o repetir varias veces una misma conversación sin darte cuenta.


Luego pueden venir los problemas con la orientación: perderse en lugares conocidos o desubicarse en el tiempo. También aparecen dificultades con el lenguaje, como no encontrar palabras comunes o usar palabras incorrectas para objetos cotidianos.


Hay quienes empiezan a mostrar cambios en el juicio o en la toma de decisiones. Otros se aíslan, dejan de disfrutar actividades que antes les encantaban. Algunos tienen cambios de humor o de personalidad, que desconciertan a quienes los conocen de toda la vida. Y de repente, las piezas no encajan del todo.


Mujer mayor mirando por una ventana con gesto reflexivo, simbolizando la detección temprana del Alzheimer y la incertidumbre emocional del inicio.

La clave está en observar con atención, sin alarmismos, pero con sensibilidad. Porque cuanto antes se detecta el Alzheimer, antes se puede intervenir. Y aunque hoy por hoy no tengamos una cura, sí sabemos que una detección temprana puede ayudar a planificar mejor, a iniciar tratamientos que alivien los síntomas, y sobre todo, a vivir con más dignidad y autonomía durante más tiempo.


En nuestro enfoque Montessori, la detección temprana también nos permite ajustar el entorno para que acompañe sin infantilizar, para que respete y sostenga. Porque cuando entendemos que algo está cambiando, podemos hacer que ese cambio no sea sinónimo de pérdida, sino una oportunidad para cuidar mejor.


Así que si algo te hace ruido, si notas pequeños detalles que antes no estaban, no lo ignores. No hace falta tener certezas para buscar ayuda. A veces, basta con prestar atención.


Y si te sirve de consuelo: detectar no es etiquetar. Es abrir la puerta a nuevas formas de acompañar. Con más amor, más paciencia… y menos miedo.



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